¡Bienvenidos al blog del joven emprendedor!

Este sitio está destinado a conocer y difundir aquellas historias de vida de los jóvenes que se animan a emprender. Sus experiencias nos muestran las diferentes maneras de vivir, soñar, crecer y construir su propio futuro. Su actitud emprendedora, su capacidad de transformar la realidad, su vida y la de los que lo rodean, deben servirnos de estímulo para nuestros propios proyectos. Sus experiencias exitosas, pueden ayudar a otros a encontrar las soluciones. Sin embargo “no se trata de ponerse en los zapatos del otro, sino de conocer y poder elegir qué tipo de zapatos es el que queremos para caminar”

viernes, 20 de junio de 2008

Codornices, un mercado virgen en la ciudad de Albardón

Los jóvenes de San Juan que rompen el cascarón
Trabajo cooperativo. Para todos, todo.

“Meten bulla. Las codornices ven a los visitantes y se ponen a cantar” dice Nelson, que las conoce bien, casi a una por una de las doscientas que ya son. En el galpón que la cooperativa acondicionó para criar a sus codornices, Nelson, Cristian y Yamila recuerdan cómo empezaron con este proyecto a romper el cascarón.
Nelson, con 28 años, reconoce que es el más viejo del grupo. Al igual que a Cristian, el más joven, de 16, se le nota en la mirada que en este proyecto se juegan muchas cosas.
Todos los jóvenes que conforman el grupo son hijos de socios de Fecoagro, la Federación de Cooperativas Agrícolas de San Juan. Sus padres hace muchos años encontraron allí un lugar de trabajo y de justicia. Estos hijos hoy comienzan a desplegar sus alas, sus sueños e ideas. Y como las codornices, dice Nelson, “a esto le estamos poniendo mucho huevo”.

Hace tiempo Nelson participó de un encuentro para desarrollo de emprendimientos en el CDE de San Juan, que trabaja en forma conjunta con la Federación. Esta capacitación lo empujó a buscar información para iniciar un proyecto productivo y descubrió en las codornices un mercado virgen en la zona. Conocedor por tradición familiar de las ventajas de trabajar en equipo, se juntó con 10 jóvenes más y comenzó a darle forma al proyecto. Primero profundizaron sus conocimientos sobre el tema. Armaron una propuesta de trabajo y le solicitaron a la Federación un préstamo de $ 4.000 para empezar.
El préstamo tardó mucho en salir y cuando lograron obtenerlo, la inflación hizo que no les alcanzara para cubrir los gastos de la puesta en marcha. Pero un día, mientras los chicos discutían cómo seguir, un profesor de la Universidad Nacional de San Juan que iba de paseo al Dique Avalos, cercano al lugar de reunión, vio al grupo trabajando y se acercó a preguntarles qué era lo que hacían. Como la Universidad había hecho un trabajo de asesoramiento a 10 cooperativas, el profesor conocía en profundidad cómo era el trabajo de estos emprendedores. Al enterarse del problema financiero que los trababa para continuar su proyecto la Universidad decidió financiar los gastos adicionales y les otorgó otro préstamo de $3.000. Con ambos créditos, finalmente lograron comprar las jaulas, los 200 animales y su alimento, los maples para los huevos y acondicionar un gallinero cedido por socios de Fecoagro. “Las redes son fundamentales en el proceso de creación de una empresa que viene desde abajo, y en este proyecto tejimos entre todos un entramado de solidaridad”, cuenta José Papaianni, referente del CDE San Juan.


Solo quedaba echarse a volar
Entre todos acomodaron el lugar, construyeron el techo e instalaron la iluminación. Inventaron la forma en que dispondrían las jaulas y sobre la marcha fueron modificando algunos detalles como el sistema de bebederos. Para fin de febrero del 2006 entraron las codornices.
Con el proyecto encaminado comenzaron a diseñar su esquema de organización cooperativo que se mantiene hasta hoy. Todas las semanas realizan una asamblea que coordina Yamila. Cada uno tiene una tarea y debe responder por sus deberes y responsabilidades. Cristian es el presidente, Nelson el tesorero y Vero la secretaria, pero está claro que como dice Nelson “afuera somos amigos, acá adentro, somos compañeros”. De los 10 integrantes del grupo que eran cuando empezaron, por distintos motivos hoy quedan 6. Algunos compañeros se fueron porque consiguieron trabajo en la mina; Rita pidió licencia por cuestiones personales. Compañeros muy valiosos ya no están en el proyecto, pero los chicos esperan que este emprendimiento sea el futuro de muchos jóvenes más. Por ello, a la hora de admitir el ingreso de gente nueva son muy exigentes, cuidadosos con el grupo y con el trabajo. Los que formen parte del proyecto deben ser muy responsables y tener capacidad para trabajar en grupo.
Entre los seis se dividen los días de trabajo en el gallinero. Cada uno trabaja un día, todos hacen todo y el sábado hacen limpieza general coordinados por Dante. Recuerdan que al principio todo era novedad. Hasta se avisaban unos a otros cuántos huevos ponían las codornices. Sabían que tenían la teoría, por haberse capacitado en el tema, pero también sabían que la poca práctica los haría dudar frente a cada situación fuera de lo habitual. Un día, Nelson recibió un llamado telefónico “urgente”. Corrió al teléfono, porque pensó que había ocurrido un desastre y era Vero que lo llamaba para decirle que había una codorniz triste. Y que no sabía qué hacer, temía que se pusieran tristes todas.
Hoy recuerdan entre risas, muchas anécdotas como esta. Saben que la seguridad que hoy sienten es producto de haber cosechado experiencia en estos cuatro primeros meses de trabajo. Reconocen que lo más dificultoso son las ventas y el marketing. Coercializan su producción en el salón de ventas de Fecoagro y en los alrededores de la ciudad de San Juan. Sienten que muchos les compran para darles una mano, porque los conocen y los vecinos porque quieren apoyarlos; en este sentido se proponen generar un cambio cultural y de consumo. Al comenzar con el proyecto hicieron un pequeño estudio de mercado: en forma de encuesta, preguntaban a la gente si conocía el huevo de codorniz, si consumía o no y por qué. Como resultado obtuvieron que en un 70%, la gente no consumía este tipo de huevos por desconocerlo o por no saber cómo comerlo. En ese momento se dieron cuenta de que se acercaban a un mercado virgen y que deberían trabajar para dar a conocer su producto: tendrían que difundir la calidad y los beneficios del consumo de huevos de codorniz. Hoy los ha superado la demanda.
El siguiente desafío fue tener su propio criadero. Apuntando a tener 2 mil codornices consiguieron que el INTA les prestara una incubadora casera que probaron durante un tiempo. En la primera incubación tuvieron un 84% de efectividad, pero los pichones se murieron al poco tiempo. Con la ayuda de un veterinario amigo, que les había vendido las primeras codornices, descubrieron que la incubadora estaba mal calibrada y los pichones morían por una insolación artificial. Era un tema que deberían resolver para multiplicar la producción.

Tiempo después…
Al participar de encuentros de emprendedores en el CDE, Nelson conoció a un joven, Leonardo Castañeda, dueño de un emprendimiento de parquización y jardinería. Entre los dos se dio un intercambio fructífero de contactos y clientes. Nelson lo contactó a Leonardo con un cliente que necesitaba el servicio de parquización, y luego este, le sugirió vender codornices en un hotel de San Juan y hasta le financió a Nelson la compra de una nueva incubadora. “Mejor no pudo ser. Uno lo conectó con un cliente, el otro le solucionó la carencia de herramientas y le abrió mercados” comenta José Papaianni, “esos son los efectos de las redes” agrega. “Nelson ha visto con claridad los beneficios que le ha generado el Centro en todo este tiempo, de todo tipo: relaciones institucionales, vinculaciones, apoyo en elaboración de planes y estrategias de ventas, etc”.
El equipo mira para atrás y no se arrepiente de nada. Están orgullosos de haberse animado a desplegar las alas. Les recomiendan a todos los jóvenes que se animen a salir del cascarón y no esperen a tener todo asegurado para comenzar a andar.
Nelson reconoce: “muchos jóvenes no han tenido la oportunidad que nosotros tenemos hoy. Debemos aprovecharla. Muchos jóvenes agarran la mochila y se van cuando se acaba la uva, esta es una oportunidad. Es un camino en dirección opuesta a la discriminación, la exclusión y la marginalidad.” El aprendizaje de los valores cooperativos y su adopción como forma de vida es la propuesta de un futuro mejor y con menos exclusión. Un San Juan más solidario en una Argentina para todos.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Hola Chicos lei todo su articulo y me parecio fantastico todo lo q piensan.. yo andaba buscando tmb info acerca de las codornices porque tengo interes en iniciarme como mini productor de huevos.. si me pueden acesorar en las cosas q tengo q tener en cuenta me encantaria gracias.. hasta donde me conviene comprar los animales
Desde ya muchas gracias

Alan Curtis dijo...

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